
A principios del año 1945, los aliados acordaron realizar un golpe decisivo en la guerra contra Alemania. Los países occidentales habían alcanzado en noviembre de 1944 el río Rin, el ejército soviético había penetrado a finales de enero en la región del Gran Berlín atravesando el río Óder y por el sur se disponía a la conquista de Silesia. Desde el este, millones de refugiados llegaban a Alemania Central. Unidades aisladas del ejército alemán intentaban reagruparse de alguna forma a lo largo del variable frente, mientras el ejército soviético se preparaba en febrero y marzo para lanzar el ataque final sobre Berlín. Por el oeste el proyecto de los Aliados consistía en llegar a la cuenca del Ruhr.
Por aquellas fechas la clara superioridad aérea del ejército aliado se utilizaba para preparar un ataque decisivo que permitiera la ocupación de la «fortaleza alemana». Las ofensivas se desarrollaban en todos los frentes, dirigidas a objetivos militares, de comunicación, administrativos y a lugares esenciales de producción, así como a minar la moral de la población. Con este fin, en los últimos meses de la guerra se llevaron a cabo incontables bombardeos sobre las ciudades alemanas, tanto grandes como pequeñas, hasta dejar algunas de ellas convertidas en escombros.
Durante el verano de 1944, el alto mando aliado ya había barajado atacar por aire las ciudades del este de Alemania bajo el nombre en clave de Operation Thunderclap, pero el proyecto se había archivado el 16 de agosto. En enero de 1945, la Oficina de Inteligencia británica decidió reabrir la operación pero a una escala mucho menor, al considerar que el ejército alemán podría cambiar la posición de 42 divisiones en el Frente Oriental. De este modo, la RAF modificó sus planes y Dresde, junto con Berlín, Chemnitz y Leipzig, se convirtió en un objetivo militar de primer orden.
En la Conferencia de Yalta, que tuvo lugar del 4 al 11 de febrero de 1945, los aliados, a petición de los soviéticos, acordaron llevar a cabo nuevos ataques aéreos en la zona oriental y por lo tanto sobre Dresde. Tenían que acabar con un nudo de comunicaciones y un centro productivo de primer orden situado en la retaguardia del Frente Oriental para impedir en lo posible la reubicación de tropas y la llegada de refuerzos a la vanguardia. Al mismo tiempo, los bombardeos tenían el propósito de evitar que el Ejército Rojo sufriese contraataques que ralentizasen su avance, consiguiendo así en última instancia adelantar el final de la guerra.
Por aquellas fechas la clara superioridad aérea del ejército aliado se utilizaba para preparar un ataque decisivo que permitiera la ocupación de la «fortaleza alemana». Las ofensivas se desarrollaban en todos los frentes, dirigidas a objetivos militares, de comunicación, administrativos y a lugares esenciales de producción, así como a minar la moral de la población. Con este fin, en los últimos meses de la guerra se llevaron a cabo incontables bombardeos sobre las ciudades alemanas, tanto grandes como pequeñas, hasta dejar algunas de ellas convertidas en escombros.
Durante el verano de 1944, el alto mando aliado ya había barajado atacar por aire las ciudades del este de Alemania bajo el nombre en clave de Operation Thunderclap, pero el proyecto se había archivado el 16 de agosto. En enero de 1945, la Oficina de Inteligencia británica decidió reabrir la operación pero a una escala mucho menor, al considerar que el ejército alemán podría cambiar la posición de 42 divisiones en el Frente Oriental. De este modo, la RAF modificó sus planes y Dresde, junto con Berlín, Chemnitz y Leipzig, se convirtió en un objetivo militar de primer orden.
En la Conferencia de Yalta, que tuvo lugar del 4 al 11 de febrero de 1945, los aliados, a petición de los soviéticos, acordaron llevar a cabo nuevos ataques aéreos en la zona oriental y por lo tanto sobre Dresde. Tenían que acabar con un nudo de comunicaciones y un centro productivo de primer orden situado en la retaguardia del Frente Oriental para impedir en lo posible la reubicación de tropas y la llegada de refuerzos a la vanguardia. Al mismo tiempo, los bombardeos tenían el propósito de evitar que el Ejército Rojo sufriese contraataques que ralentizasen su avance, consiguiendo así en última instancia adelantar el final de la guerra.
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