Batalla de Alcazarquivir, en la que pereció el rey Sebastián I de Portugal, y 11.000 soldados, en lucha con los moros de Muley Abdelmelek.

Enfrentó a las fuerzas portuguesas y a las de los pretendientes al trono de Marruecos.
Esta batalla fue trascendental para el reino de Portugal por muchos conceptos. Originó el mito del Sebastianismo, o la idea de que el romántico rey don Sebastián, fallecido en dicha batalla, ha de volver algún día a regir a la nación portuguesa; pero también lo fue para el reino de Marruecos, ya que también falleció su rey en dicha batalla. Por ello la figura de don Sebastián, rey de Portugal quizá sea una de las más míticas de la historia de ese país.
Don Sebastián era hijo del príncipe Juan de Portugal y Juana de Austria y sucedió a su abuelo Juan III de Portugal en 1557, cuando contaba con tres años de edad. La regencia quedó a cargo de la reina viuda, doña Catalina, hasta 1562, y después el regente fue su tío, el cardenal don Enrique, hasta que en 1568 fue declarado mayor de edad.
Débil y enfermizo, Sebastián fue influido desde pequeño por sus educadores jesuitas, que le imbuyeron un ferviente espíritu de cruzada y un gran fanatismo religioso. Fraguó pues el proyecto de conquistar el norte de África y esta idea se convirtió en su casi única obsesión. Encontró el momento idóneo de invadir Marruecos cuando el depuesto rey marroquí Muley Ahmed (Muhammad Al-Mutaxakkil) le invitó a participar en la recuperación de su trono. Pese a múltiples consejos contrarios a embarcarse en tal empresa, entre ellos los del gran poeta y militar Francisco de Aldana, a quien había puesto como asesor suyo Felipe II, don Sebastián acudió en auxilio del depuesto sultán marroquí, tras asegurarse en 1576 el apoyo económico de su tío español, el rey Felipe II, aportó al proyecto numerosas tropas, jinetes y carruajes y consiguió además apoyo de otros países europeos como Alemania e Italia, gastándose en ello gran parte del tesoro portugués.
Desembarcó en Arcila, donde descansó unos días y ordenó sus diecisiete mil soldados, y se dirigió hacia Alcazarquivir, plaza en el camino de Fez.
El 4 de agosto de 1578 tuvo finalmente lugar, a orillas del río (wed) de la Podredumbre (Makhazín) la batalla llamada de Alcazarquivir por los portugueses y de Wed al Makhazín por los marroquíes, denominada también Batalla de los Tres Reyes porque en ella murieron el rey de Portugal y los dos sultanes que disputaban el trono de Marruecos. Allí fue derrotado Sebastián, muriendo no sólo él, sino muchos de sus familiares, el gran poeta español Francisco de Aldana y lo más granado de la nobleza portuguesa. También murieron allí su aliado Muley al-Mutawakil y su adversario, el sultán Abd el-Malik.
Gracias a un renegado cordobés, Sulayman del Pozo, que ocultó la muerte de Abd el-Malik, no se difundió la noticia de la defunción del sultán hasta terminar la guerra, para no desmoralizar a las tropas; la muerte de tres reyes en un mismo campo de batalla causó gran asombro en la época.
Una leyenda afirma que Sebastián dijo a sus tropas que ellos no serían quienes tendrían que luchar, sino la misma cruz contra la media luna; los soldados se fueron de Alcazarquivir y, al regresar, encontraron la batalla ya resuelta y ganada por sus adversarios y al rey Don Sebastián desaparecido.
Cuando llegó la noticia de la derrota militar a Portugal, el pueblo entero se vistió de luto, porque toda familia tenía algún miembro suyo en el ejército aniquilado. Corría el mes de agosto de 1578, sin que jamás apareciera el cuerpo del monarca portugués, quizá porque robaron sus ropas y su cuerpo quedó desfigurado y descompuesto rápidamente por las altas temperaturas y las alimañas. Los descendientes de los judíos expulsados de Portugal vieron en esta derrota un castigo divino contra la dinastía real portuguesa; por eso la extinción de su último descendiente acaeció en el mismo sitio donde se refugió la mayor parte de los judíos expulsados del reino portugués y, por eso, sus prisioneros fueron vendidos como esclavos precisamente en los lugares de residencia de los judíos de Fez.
La desaparición motivó la creación de un mito alrededor del rey, el llamado Sebastianismo, alrededor de las profecías de un tal Bandarra, surgiendo en diversas épocas personajes que se hacían pasar por don Sebastián. Una de las más curiosas fue la protagonizada por un pastelero de Madrigal, que dio tema a la pieza dramática de José Zorrilla y a una novela histórica de Manuel Fernández y González.
La muerte de don Sebastián dejó al país portugués inmerso en un gran desconcierto, en bancarrota y con un vacío político que su sucesor, su tío el cardenal don Enrique, intentó llenar sin conseguirlo, con lo que aconteció la crisis dinástica que solucionó Felipe II al ocupar el país como nuevo rey de Portugal, creándose así nuevamente la Unión Ibérica en la historia, después de los romanos y visigodos. Las tropas de esta unión serían dirigidas por el Duque de Alba
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